¿Por qué debemos educar en la diversidad familiar? ¿Qué recursos tenemos al alcance para hablar de ello en casa y en las aulas?
“Yo por qué no tengo un papá?” Con cuatro años el hijo de la Gloria Canyet llegó de la escuela haciéndose esta pregunta. Un momento duro. Ese día había trabajado la familia en clase, una familia tradicional con un padre, una madre e hijos. “Mi hijo se encontró que no tenía padre y se sintió diferente”, explica Gloria. Y no era el único.
“Las familias que se encuentran en esta situación, no se sienten reconocidas en el modelo familiar explicado en la escuela”, continúa Canyet. Hay familias con dos madres, dos padres, madres solteras, familias con niños adoptados o en acogida, familias transculturales, enlazadas o reconstituidas. “Sólo el treinta por ciento de las familias en Barcelona son tradicionales y autóctonas”, afirma Gloria Canyet. Cuando su hijo llegó a casa ese día, ella tuvo claro que debía normalizar la diversidad familiar haciéndola visible y hablando de ella sin rodeos. Por eso impulsó en 2011 el proyecto Familium, que mediante el libro Familium XXI y talleres quiere educar en la no discriminación.
Familias con dos madres, dos padres, madres solteras, familias con niños adoptados y en acogida, enlazadas o reconstituidas … muchas no se sienten reconocidas en el modelo familiar que se explica en la escuela
“Nuestros hijos deben saber que
todas las familias son buenas, si hay un buen ambiente entre los
miembros. La familia tradicional no es garantía de felicidad” afirma
Canyet. De aquí que en el cuento-juego Familium XXI, los protagonistas
sean niños y niñas de doce familias diferentes. Hay niños adoptados,
niños con padres separados, niños con dos padres o en acogida. Cada
historia nos acerca a una realidad diferente, ayudando no sólo a los
niños entre 6 y 12 años a reconocerse en alguna de las familias del
libro sino a descubrir otras realidades. Al terminar, los lectores
tienen el reto de emparejar el protagonista con una de las ilustraciones
de las familias.
“Es muy importante tener referentes, algo en que reflejarnos”, afirma Katy Pallàs, presidenta de la Associación de Familias Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales y Intersexuales (LGTBI). “Los niños preguntan y debes tener respuestas”, explica
Pallàs. Para esta madre de un niño de diez años, es primordial ser
sincero desde el primer día para apoderar a los niños. La asociación
dispone de una lista de literatura en su web para ayudar a las familias en este sentido. Pero no todo el trabajo debe recaer en el núcleo familiar. “En la mayoría de las escuelas no hay ningún libro que hable de la diversidad familiar”, comenta Katy Pallàs. Por eso desde la asociación de familias LGTBI se ha creado el programa educativo Rainbow, con el objetivo de dar herramientas al profesorado para comprender y trabajar la diversidad afectiva y la igualdad de género en las aulas.
“Es muy importante tener referentes, algo en qué reflejarnos: en la mayoría de las escuelas no hay ningún libro que hable de la diversidad familiar”
– Katy Pallàs, maestra y presidenta de la Associación de Familias LGTBI
“El género no es binario”, afirma la presidenta de la asociación de familias LGTBI. “Cuando
se trabaja la sexualidad en la escuela o el cuerpo de los chicos y las
chicas, tenemos una gran oportunidad de introducir el tema de la
transexualidad”, ejemplifica Katy Pallàs. Pero en pocas escuelas se aprovecha esta ocasión para educar en la diversidad y en el respeto.
Natalia Ferrús Blasco, maestra y directora de una escuela de primaria en Valencia, detectó esta carencia y decidió junto con Antonia Cardona Gavilà, también maestra, remediarlo. “En los últimos años en las clases las familias han evolucionado mucho”, explica Ferrús. “Cada vez hay más separaciones, hay muchas madres solteras y niños con dos madres”, continúa esta maestra de educación física.
En su escuela, entre un 10% y un 15% de
las familias ya no están compuestas por un padre, una madre y unos niños
al estilo tradicional. Se necesita por tanto, un recurso para poder
explicar esta diversidad de una forma natural a los alumnos. Así surgió
la idea de crear una serie de seis cuentos familiares, donde los niños y niñas de 3 a 8 años
se pudieran sentir identificados. Los seis cuentos tienen como hilo
conductor la escuela, ya que todos los protagonistas son alumnos del
maestro Serafín.
“En las primeras edades, los niños no están contaminados. No discriminan. Son muy puros. El problema muchas veces lo tienen sus familias, a quienes les cuesta más entenderlo”
– Natàlia Ferrús, maestra y coautora de la colección Contes Familiars
Cada cuento, escrito en letra mayúscula (ideal para primeros lectores),
comienza de mañana como un día cualquiera en la vida de una familia de
dos madres, dos padres, una madre, un padre y una madre o dos familias.
Cada cuento presenta la vida del protagonista con una absoluta
normalidad. Aunque cuando trabajan los cuentos en clase pueden surgir
preguntas del estilo “cómo puede ser que tenga dos madres”, los niños no discriminan. “En estas primeras edades”, explica Natalia Ferrús, “los
niños no están contaminados. Son muy puros. El problema muchas veces lo
tienen sus familias, a quienes les cuesta más entenderlo”.
La lucha contra nuestros prejuicios es justamente uno de los puntos claves del juego Tutty, de la editorial Lalala, dirigido a niños y niñas a partir de los 8 años. “Tienes que abrir la mente si no quieres que tus oportunidades para ganar [el juego] se reduzcan”,
explica Juan Lillo, cocreador del juego de cartas Tutty y experto en
coeducación. Mediante una mecánica de juego sencilla, los jugadores
competirán para completar una familia de seis miembros, huyendo de los estereotipos de género y abriéndose a modelos alternativos de convivencia.
Hay 28 cartas con personajes y colores diferentes representando las
funciones que realizan los diferentes miembros de la familia (roles
productivos, de cuidado, domésticos o de compañía). El punto de
competición se consigue con 12 cartas de acción que representan
situaciones que obligan a hacer cambios a la constitución del núcleo,
como una mudanza, una adopción, un divorcio, un matrimonio o una enfermedad.
Educar en la normalización de la diversidad es fundamental para que los niños y niñas puedan crecer sin limitaciones y esquemas preestablecidos, pertenezcan o no a una familia diversa
El objetivo de Tutty es ser el primero
en crear una familia de seis miembros con un mínimo de un personaje de
cada generación y una función diferente. Pero la familia debe ser
validada por el resto de jugadores. Para ello debemos explicar la
historia detrás de esta nueva familia. “Cuando jugué a este juego en un aula con jóvenes musulmanes, creé una familia compuesta por dos hombres”, explica Juan Lillo. “Enseguida los alumnos dijeron que estaba haciendo trampa, porque dos hombres adultos no podían tener una familia”,
continúa Lillo. Este fue el punto de partida para que el experto en
coeducación explicara a los alumnos que en España dos personas del mismo
sexo pueden casarse de forma legal y que también pueden tener hijos
mediante la adopción o tratamientos de inseminación artificial o in
vitro. Además de presentar la diversidad familiar, el juego también
quiere educar en la corresponsabilidad y combatir los prejuicios sexistas. Cartas de hombres planchando o mujeres haciendo de electricista tienen esta función didáctica.
Educar en la normalización de la
diversidad es fundamental para que niños con situaciones familiares
diferentes de la tradicional no se sientan bichos extraños, sino
miembros de una opción más dentro del gran abanico de familias existentes. Pero al mismo tiempo también es una manera de abrir la mente al resto de niños para que puedan crecer sin limitaciones y esquemas preestablecidos.