Es una película inspirada en la comedia de Aristófanes Lisístrata, con una mujer musulmana, Leila, haciendo de Lisístrata y proponiendo una “huelga de amor” si sus maridos no colaboran para hacer el agua más accesible en el pueblo en el que viven.
A mí me ha gustado por varios motivos.
Primero ofrece una visión de las mujeres musulmanas del Magreb (se desarrolla en un pequeño pueblo de algún país del norte de África) diferente a la que normalmente se difunde, pues no vemos a mujeres víctimas de las injusticias del patriarcado, sino a mujeres fuertes, valientes, que se rebelan y luchan por lo que quieren y consideran justo. Además, también aparecen modelos de hombres que sienten la masculinidad de forma diferente y que apoyan y comprenden a sus mujeres, como el marido o el suegro de Leila.
Los papeles están cambiando y la sociedad está respondiendo “ya no hay guerras a las que tengan que acudir los hombres, sólo se pasan el día tomando té”, algo así se alega para pedir a los hombres que cambién su rol, que se impliquen en la comunidad.
Me quedo con una frase de Leila: “las mujeres no le tenemos miedo a la paz”. Los hombres parecen tener miedo a los cambios, pero el cambio es inevitable.